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La paisa que salva las mascotas en San Andrés

Todo empezó cuando todavía jugaba con muñecas. A los ocho años, Juliana Valencia se sintió atraída por los animales de calle, “perrito que veía abandonado, como no lo podíamos tener, al menos le sacábamos comida, mis padres me apoyaban”, cuenta esta médica veterinaria que desde hace cinco años se convirtió en la salvadora de las mascotas abandonadas en la isla de San Andrés.

La compasión y el amor hacia los perros y gatos fue tal desde su infancia, que Juliana se motivó a estudiar veterinaria para poderlos ayudar de manera más profesional. Y si en Medellín la presencia de animales de compañía en las calles, sometidos a maltratos, hambre y peligros, la conmovía, en San Andrés la angustió.

“En un viaje que hice con mi esposo allá vi la situación tan tremenda y sentí que tenía que hacer algo. Vimos una perrita tan mal, que nos dedicamos a atenderla y ayudarla, la trajimos, y dejé el contacto para que me llamaran si necesitaban ayuda”, relata mientras abraza a dos gatitos que tiene para dar en adopción.

Envuelta en la ternura que le despierta su perrito Mani, de seis meses, cuenta que en San Andrés se alió con Juliana del Castillo, otra animalista, y empezaron una lucha por ayudar a los cientos de perros que deambulan por las calles y playas. Sheila Chow, la única veterinaria de la ciudad, se les sumó a su lucha.

El tema allí le pareció dramático, caracterizado por un maltrato y abandono que desbordan los límites, y esta situación terminó por llevarla a lo que es hoy: su ángel guardián, una labor que si bien considera emocionalmente complicada, es reconfortante cuando se ven los resultados.

“Hay algo triste, y es que cada vez son más y más los animales por ayudar, y gran parte de los que rescatamos y operamos ni siquiera podemos quedarnos con ellos; y algunos no logran recuperarse; pero otros salen a flote, logran darse en adopción y eso es lo que reconforta”.Suma de varios apoyos

Aunque su labor inició en el archipiélago, con el apoyo de Juliana del Castillo la ayuda se ha extendido a varias ciudades. Ellas tienen apoyo de fundaciones de Bogotá, Cali y Medellín. Entre los mayores aportes está el de la Fundación Viva Air, que transporta los animales desde San Andrés de manera gratuita.

Hasta el momento han realizado dos jornadas de esterilización en el archipiélago, en las que se beneficiaron más de 900 perros y gatos. Una fue en abril, con 650 cirugías; y la otra en agosto, con 300. También han entregado cientos de caninos y felinos en adopción.

Para las jornadas de esterilización en la isla viajan voluntarios que incluso costean pasajes y estadía por su cuenta. Los únicos que cobran son los cirujanos veterinarios, “pero lo hacen a muy bajo costo, son muy profesionales y trabajan con mucha rapidez, por eso las jornadas son tan exitosas”, afirma.

La labor incluye, además de las esterilizaciones, tratamientos médicos para mascotas en estado grave. Un caso típico de la complejidad de la labor es el de Mani, su perrito.

Él hizo parte de las crías de una Cocker spaniel que estuvo a punto de morir: “cuando lo cogimos no tenía sangre, le hicimos una transfusión y salió exitosa y luego me lo traje para Medellín, parece hijo de la Cocker con Pit Bull”, dice sonriente mientras lo abraza.

Pese a su labor, clama porque en San Andrés mejore la situación de los animales. Dice que no se explica cómo no hay un albergue con todas las condiciones, si la misma Constitución les ordena a los alcaldes tener un coso municipal para albergarlos y atenderlos como seres sintientes.

“Es una situación que atormenta a los mismos turistas, porque ellos sufren viéndolos en las calles sin que el gobierno haga nada”.

El huracán Iota -en noviembre de 2020- agudizó este problema, porque a los abandonos se les sumaron mutilaciones, contusiones y diferentes afectaciones a animales domésticos e incluso silvestres. El problema fue de tal dimensión, que se calculó en cerca de 10.000 los ejemplares que quedaron a su suerte.

Las “Julianas”, unidas y con apoyo de diversas fundaciones y voluntarios han puesto su grano de arena para aliviar la situación. Valencia, la Juliana paisa, desde la Clínica del Gato, en Medellín, combina su labor de médica veterinaria con su obra altruista por los animales desprotegidos, una lucha que sabe que no tendrá fin, pero de la que no desistirá. A los ojos de un animal triste, ella siempre caerá rendida.

FUENTE EL COLOMBIANO